Lecciones de un longevo de 256 años de edad
Según cuenta
la leyenda, el Sr. Li Qing Yun (1677-1933) fue médico de la medicina china
experto en hierbas, maestro de qigong y consejero táctico. Se dice que vivió
256 años durante el mandato de nueve emperadores en la dinastía Qing.
Time
Magazine tituló su obituario en mayo de 1933 como “Tortuga-paloma-perro”, el
cual revela los secretos de la longevidad de Li: “Mantener un corazón
tranquilo, sentarse como una tortuga, caminar alegre como una paloma y dormir
como un perro”.
El Sr. Li
había explicado que seguía estos inusuales hábitos día a día a lo largo de su
vida. No bebía alcohol, no fumaba y se alimentaba en un horario regular.
Fue vegetariano y frecuentemente bebía un té de frutas llamado ‘goji té’ (bayas
de goji o lycium barbarum).
Se retiraba
a dormir temprano y se levantaba también temprano en las mañanas. Cuando
tenía tiempo se sentaba con la espalda recta, los ojos cerrados y las manos en su
regazo, y así se mantenía durante horas. También le gustaba jugar a las cartas
y calculaba cuánto dinero debía perder para que su oponente tuviera lo
suficiente como para comer ese día. Debido a su generosidad y su forma de ser,
todos lo querían.
El Sr. Li
pasó su vida estudiando hierbas chinas y descubriendo los secretos de la longevidad;
viajó por toda China y llegó hasta Tailandia con el fin de recoger hierbas
medicinales que consideraba necesarias para tratar enfermedades.
Aunque no se
sabe si vivió por tantos años, lo que sí se sabe, es que sus hábitos de vida
coinciden con los descubrimientos de la ciencia moderna sobre cómo lograr la
longevidad.
Investigación
Dan
Buettner, autor del libro “Las zonas azules: Las lecciones de vida para vivir
más años que las personas que han vivido por mucho tiempo”, ha investigado la
ciencia de la longevidad. En su libro explora los hábitos y la forma de
vida de cuatro poblaciones geográficamente diferentes.
Estudió a
los adventistas de California, a los habitantes de Okinawa, a los sardos de las
altas planicies, y a los costarricenses que viven más de 100 años, o que por lo
menos viven unos 12 años más que el promedio. A los lugares donde viven estos cuatro
grupos, Buettner los denomina como “las zonas azules”.
Según la
investigación de Buettner, todos los grupos de las zonas azules tienen una
dieta vegetariana. El grupo de California come bastantes legumbres y
vegetales verdes como los mencionados en la Biblia. Los sardonias comen pan de
granos sin levadura, queso de animales alimentados con pasto y un vino
especial.
Buettner
comprobó que las dietas bajas en calorías ayudan a prolongar la vida, como lo
demuestra un grupo de ancianos de Okinawa que practican la regla de Confucio de
parar de comer cuando uno está el 80% lleno.
Quizá, el té
de bayas de goji jugó un papel crucial en mantener su salud. Siguiendo la
historia de Li, los investigadores médicos de Inglaterra y de Francia
condujeron un estudio en profundidad sobre las bayas de goji, y encontraron que
contienen una vitamina desconocida llamada “vitamina X”, también conocida como
“vitamina de la belleza”. Se ha confirmado que la baya de goji inhibe la
acumulación de grasa y promueve la generación de nuevas células del hígado,
también baja el azúcar y el colesterol, etc.
Las bayas de
goji desempeñan un papel importante en el rejuvenecimiento: activan las
células del cerebro y las glándulas endocrinas, también promueven la secreción
de hormonas y eliminan las toxinas acumuladas en la sangre, lo que puede ayudar
a mantener una función normal de los tejidos y órganos del cuerpo.
Meditación
Los
investigadores comprobaron los numerosos beneficios de la meditación
diaria. Neurocientíficos de la facultad de medicina de la Universidad de
Massachusetts dividieron en dos grupos a empleados de alta tecnología
con estrés,
uno empezó a hacer meditación y el otro que continuó con su vida normal.
Durante el estudio, encontraron
que los individuos que hicieron meditación “mostraron un cambio marcado en la
actividad del lóbulo frontal izquierdo”, según un artículo de psicología de
2003. “Este cambio en el cerebro decrece los efectos negativos del estrés, la
depresión leve y la ansiedad. También hay menos actividad en la amígdala donde
el cerebro procesa el miedo”.
Según los
investigadores, la meditación reduce la atrofia del cerebro debido al envejecimiento,
y también mejora el humor.
Además de la
meditación, Buettner encontró que tener tiempo programado para relajarse cura
la inflamación, la cual es una reacción al estrés. Los adventistas de
California se adhieren estrictamente a su Sabbath de 24 horas para reflexionar,
rezar, y disfrutar de sus círculos sociales.
Comunidad
Buettner
encontró también que la comunidad es un factor importante en la longevidad de los
grupos de las zonas azules. Los okinawenses tienen muchos amigos cercanos
con quienes comparten todo. Los sardos reverencian a los ancianos, lo cual
no es visto en las sociedades modernas, y los adventistas ponen a la familia en
primer lugar.
Con el
sentimiento de pertenecer a una comunidad, tener amigos saludables, y una familia
que le de soporte, el individuo, entonces, vive saludablemente.
En el libro
“Outliers”, Malcolm Gladwell examinó a un grupo de italianos llamados
rosetinos, quienes inmigraron al oeste del pueblo de Bangor, Pensilvania, EE.UU.
Gladwell descubrió que tienen, en general, menor incidencia de enfermedades
cardíacas, y es habitual que vivan más años y son saludables. Después
de la investigación, se concluyó que su secreto no era ni la dieta ni la
genética. Su dieta consiste en el 41% de grasa.
“Los
rosetinos han creado una poderosa estructura de protección social capaz de
aislarlos de la presiones del mundo moderno”, dijo Gladwell. “Los
rosetinos estaban saludables debido al pequeño mundo que ellos crearon en su
pequeño pueblo en las montañas”.
Viviendo con
un propósito
En sus
viajes, Buettner encontró que las zonas azules tienen un tema en común: Ninguno
tiene en mente el concepto de jubilarse. En realidad, tiene sentido pensar
que “seguir adelante” hace más fácil “continuar hacia delante”.
Vivir con
un propósito hacia el ocaso es un mantra de los okinawans y sardos. En
estos grupos, Buettner encontró hombres y mujeres centenarios que seguían
subiendo montañas, construyendo cercas, pescando y cuidando a sus tátara,
tátara, tátara, tátara nietos.
Curiosamente,
ninguno de estos centenarios va al gimnasio como lo hacen los
occidentales. “Ellos simplemente viven una vida activa y llena de actividad
física”, dijo Buettner; además todos caminan, cocinan y hacen trabajos en la
casa, y muchos de ellos trabajan en sus jardines.
Artículo original de lagranepoca.com